Las grandes epidemias de la historia
05/07/2014 - TI
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A lo largo
de la historia ha habido epidemias tan importantes como la peste bubónica, que
esquilmó la población de la Edad Media, el cólera o la sífilis, que afectó al
15% de la población europea en el siglo XX.
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Una epidemia es una enfermedad que afecta a un
determinado grupo humano en un ámbito temporal concreto, una endemia es
una enfermedad que se asienta de forma permanente en un grupo humano
determinado, mientras que una pandemia es una epidemia que
afecta a un área mucho mayor, como un continente o incluso el planeta entero,
como puede ser el sida en nuestros días. Desde la peste de Atenas en plena
guerra del Peloponeso hasta el cólera, el tifus o la malaria, muchas han sido
las epidemias, endemias y pandemias que han asolado a los distintos pueblos a
lo largo de la historia. Estas son las principales:
La peste de Atenas. Fue la plaga más devastadora del mundo griego
y fue documentada con detalle por el historiador Tucídides. Aquella peste – en
la antigüedad todas las plagas se llamaban pestes – llegó desde Etiopía y según
investigaciones actuales, pudo tratarse de fiebres tifoideas. Una de sus
primeras víctimas fue el gran Pericles y en total pudo afectar a unas 50.000 personas,
aunque algunos historiadores hablan de 300.000.
Peste Antonina. Como Grecia, Roma también tuvo su gran plaga
en el siglo II, en tiempos de Marco Aurelio, que fue además una de sus insignes
víctimas. La peste antonina – llamada así por el propio emperador, que
pertenecía a la familia de los antoninos – fue devastadora en la capital, Roma,
y se extendió por toda Italia llegando incluso a las Galias. Entre otros
síntomas, la peste causaba ardor en los ojos y en la boca, sed y abrasamiento
interior, fetidez en el aliento, piel enrojecida, tos violenta, gangrenas,
delirios y muerte a los nueve días.
Peste justiniana. El emperador Justiniano también padeció
una terrible plaga que pudo originarse en Egipto, según la describe Procopio y
que comenzaba por una fiebre súbita, seguida de hinchazones en las axilas, los
muslos y detrás de las orejas. La peste justiniana, mezcla de varias plagas
como la peste bubónica y quizás la viruela o el cólera, fue terriblemente
letal, mató a más de 600.000 personas, a razón de unas 10.000 al
día.
Peste bubónica o peste negra. La gran epidemia de la Edad Media fue
la peste negra, que asoló todo el continente europeo desde mediados del siglo
XIV. La epidemia pudo llegar de la India y lo habría hecho a través de los
comerciantes italianos que mantenían relaciones mercantiles con el continente
asiático. La letalidad de la peste fue terrible, en algunas zonas alcanzó a los
dos tercios de la población y generó una gran despoblación que afectó
principalmente al campo, que quedó vacío mientras las ciudades empezaban a
llenarse.
La viruela. Introducida por los conquistadores españoles en América, la
viruela funcionó en el nuevo continente como una auténtica plaga y fue un
aliado esencial de Hernán Cortés en la caída de Tenochtitlán. Se cree que tras
la conquista, la viruela pudo esquilmar hasta a un tercio de la población
indígena de América. En 1796, se encontraría una vacuna para la viruela.
El cólera. Esta epidemia de origen asiático llegó a Europa en 1830 y causó
30.000 muertes en Londres en menos de dos décadas, hasta que el doctor John
Snow descubrió que todas ellas tenían en común el agua del pozo de Broad
Street. La llegada del cólera a España fue aún más devastador y los dos
primeros brotes en 1843 y 1854 causaron más de 300.000 muertos. A partir del
siglo XX esta enfermedad se trasladó a Asia y África, donde continúa en activo.
El escorbuto. Esta enfermedad era endémica en los viajes transoceánicos y
también en los países del Norte durante la Edad Media, de donde viene su
nombre. El escorbuto acompañó a los marineros españoles y portugueses durante
años, sufriéndola en sus viajes marinos tan ilustres como Vasco de Gama y
Magallanes. Hasta mediados del siglo XVIII no se relacionó con la falta de
vitamina C provocada por la carencia de frutas y verduras frescas en la dieta.
Fiebre amarilla. Si los españoles llevaron a América la
viruela, sucumbieron allí con frecuencia de fiebre amarilla. Con frecuencia se
producían brotes en los meses de verano, desaparecía durante las estaciones
frescas y reaparecía con toda su fuerza al verano siguiente, aunque los que ya
habían sido contagiados eran mucho más resistentes a cogerla de nuevo. La
enfermedad no brotó sólo en la época de la conquista, sino que se extendió
hasta el siglo XIX.
La sífilis. Sus primeras referencias se remontan al Renacimiento y el
organismo que la causa es el Treponema pallidum. La sífilis es una enfermedad
exclusiva del hombre que llegó a Europa procedente de América. Probablemente se
propagó por Europa tras el sitio de Nápoles en 1495. Fue contagiada por los
españoles a las prostitutas italianas y tras aquello, se propagó por toda
Europa como un estigma que se contagiaba con los placeres carnales. A comienzos
del siglo XX, el 15% de la población europea la padecía, entre ellos Beethoven,
Oscar Wilde, Colón, Baudelaire, Van Gogh, Nietzsche, James Joyce o
Hitler.
La polio. La poliomielitis se conoce desde hace tres milenios, aunque su
vacuna tenga poco más de medio siglo y hasta entonces se haya mostrado con
persistencia en todos los continentes, sin distinción entre pobres y ricos. De
hecho algunas de las epidemias más importantes se dieron en países como Suecia
o Estados Unidos, siendo conocida la que se desarrolló en Nueva York en los
años veinte y que contagiaría al presidente Franklin Roosevelt.
La malaria. La malaria o paludismo mata a día de hoy a más de medio millón de
personas al año, principalmente en África. Gracias al DDT desapareció de
Europa, donde era endémica en países como Grecia o Italia. En España pasó de
400.000 casos y más de 1.300 muertes en 1943 a desaparecer por completo en la
década de los sesenta.
El sida. Comenzó oficialmente
en junio de 1981 cuando se atribuyó a cinco casos de neumonía en Los Angeles y
a otros casos de sarcoma de kaposi. La mayoría de los pacientes eran hombres
homosexuales y sexualmente activos, muchos de los cuales sufrían otras
enfermedades crónicas. En 1982 la enfermedad fue bautizada con el nombre de
Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
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